Todo o perdín...

Pobresa
Tot ho he perdut, lo nom i la riquesa
les corones de llor que he somniat:
me diu germà la rònega pobresa,
s'avergonyeix de mi la vanitat.
Tirí per la finestra ma fortuna
veient millor fortuna esdevenir:
quan llançava les coses d'una a una,
les ales me sentia alleugerir.
Me vingué amb la pobresa la bonança;
perdent los béns, també en perdia el jou;
si de res jo sentia la recança,
me deia Déu: "De mi no en tindràs prou?"
VERDAGUER I SANTALÓ, Jacint


Monument a Jacint Verdaguer, Mare de Déu del Mont.
© Davidian Skitzou


Pobreza

Todo o perdín, o nome e a riqueza,
as coroas de loureiro que tanto soñei;
chámame irmán a esgrevia pobreza,
de min avergónzase a vanidade.

Tirei pola fiestra a miña fortuna
maxinando outra millor;
cando botaba fóra as cousas unha a unha,
sentía nas ás lixeireza maior.

Chegou coa pobreza a bonanza,
que ao perde-los bens, tamén perdía o xugo;
e se de algo tiña dor,
dicíame Deus: "¿De min non te fartarás?"
Versión galega: © B·Ig·La


Fillo de labregos, Jacint Verdaguer ingresou no seminario aos dez anos e foi ordeado crego no 1870. Os Xogos Florais celebrados en Cataluña o ano 1865 vano convertir nunha figura popular. Entre 1875 e 1876, coma crego na Compañía Trasatlántica, compuxo pezas de moito sentimento e nostalxia. De retorno instalouse do Pazo do Marqués de Comillas, unha cómoda etapa da súa existencia na que escribiu as obras máis coñecidas: L'Atlàntida, Llegenda de Montserrat, Oda a Barcelona, Canigó, Pàtria. Cando volve d'unha viaxe a Terra Santa, a súa vida espiritual da un xiro que marcará a súa obra até a morte. Poeta do pobo, aportou á lingua catalana un riquísimo léxico e unha linguaxe chea de forza, gracia, sabor e dozura.

Fonte: Universitat Oberta de Catalunya

La aventura de la revisión

La revisión no debe ser una labor mecánica; como decíamos antes, forma parte del proceso creativo hasta tal punto que, en muchas ocasiones, de esa revisión puede surgir una historia nueva. Hasta que no entregamos nuestro relato al editor, nuestros textos son cuadros cuyo óleo permanece fresco, lo que nos permite, por lo tanto, cambiar el color y hasta retirar con una espátula toda la materia sobrante.

Mijaíl Ivánovich Glinka durante la composición de la ópera Ruslán y Liudmila.
Ilya Yefimovich Repin (1844-1930)

[...] Volviendo al símil de la pintura, la primera versión de un relato, el borrador, suele ser sólo un esbozo, un boceto, o una mancha de color, algo de lo que partir. Quizá tengamos que andar y desandar varias sendas hasta dar con el camino adecuado. Y en eso consiste esta parte del trabajo. Según Ricardo Piglia, ésta es la ventaja que la escritura tiene sobre la vida y quizá su sentido: "La escritura es el lugar donde los borradores de la vida son posibles, tal vez por eso se hace literatura."

Un elemento imprescindible a la hora de la revisión es tomar distancia con el texto. Leemos pero con frecuencia no sabemos qué es lo que buscamos. Si además leemos emocionados, se empañará nuestra mirada. Nada mejor que dejar pasar algo de tiempo antes de enfrentarnos al primer borrador. Nos sentiremos más libres y más lúcidos.

En las diversas lecturas del manuscrito vamos a tener la oportunidad de reflexionar sobre aspectos que nos pasaron inadvertidos. Podemos ver nuestra historia desde distintas perspectivas.


Iván el Terrible y su hijo Iván el 16 de noviembre de 1581.
Ilya Yefimovich Repin

[...] No debemos pensar que con ese primer borrador acaba algo; si el texto no está muy bien escrito ese planteamiento nos deprimirá. Pensemos más bien que con ese borrador estamos empezando algo, así la exigencia y la responsabilidad disminuyen.

Pensemos, para reconfortar el ánimo, que con el tiempo, la práctica y mucha lectura, se va afinando el olfato del corrector; los fallos se detectan con mayor rapidez y las posibles soluciones acuden antes si nos respalda una buena formación.


León Tolstói descansando en el bosque.
Ilya Yefimovich Repin

[...] Otro posible problema es el de saber cuándo hay que poner fin a la corrección. No debemos olvidar una debilidad: la del corrector infatigable que se refugia en el manuscrito como en su propia casa (después de todo está edificado con materiales muy íntimos), y se niega de ese modo a darlo por concluido; para él siempre habrá algo mejorable, significativamente mejorable...

Sí, también se precisa coraje para concluir una historia, casi tanto como para emprender la aventura de escribirla.

FERNÁNDEZ ROZAS, Gloria. Escribir y reescribir. Un manual para la corrección de los textos narrativos. Madrid: Fuentetaja, 2008 (pp. 33-38).