La literatura gallega no ha podido ser vista en toda su plenitud hasta hace un siglo, cuando se descubrió la lírica profana medieval galaico-portuguesa. Si a ello añadimos las diversas vicisitudes que ha tenido para alcanzar una mínima normalización social, el establecimiento de la aportación gallega a un canon literario europeo resulta abiertamente subjetivo. Así, autores que desde Galicia resultan históricamente indispensables, no resistirían una mínima comparación si los ponemos en contacto con lo más selecto de las letras europeas de todos los tiempos.
El establecimiento de un canon, de cualquier canon, responde siempre a un criterio subjetivo, perfectamente legítimo por otra parte, pero también siempre disfrazado de objetividad. Nuestro subjetivismo lo vendemos como objetividad para los demás. Sirvan como muestra las promociones, más o menos comerciales, tipo "Las obras maestras de la pintura", "Cine de siempre" o "Las mejores sinfonías". El consumidor, que no siempre ha tenido un nivel cultural suficiente como para poder discriminar lo mejor, necesita una guía rápida y fiable para acceder a la cultura. De ello se encargan los críticos o los avaladores de la selección hecha bajo el concepto de "lo mejor de..."
Todo canon o, mejor dicho, todo canonizador corre un riesgo: no abarcar en igualdad de condiciones el espacio y el tiempo que se somete a consideración. Cuanto más lejos nos quede en tiempo y en espacio una referencia, más degradada la percibiremos, tanto en sentido material como sensitivo. Por eso, lo que nos ha llegado a lo largo de la Historia ya pasa a formar parte, automáticamente, de todo canon (La Ilíada, Chanson de Roland, Sófocles, Virgilio, etc.). Esto sirve, especialmente, para ls disciplinas cuyo soporte es especialmente frágil (literatura anterior a la imprenta, música).
Cuando se elabora un canon siempre hay una volunta de hacerlo para los demás. Es decir, el destino condiciona los criterios que guiarán su elaboración. En septiembre de 2005, el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona organizó y acogió la segunda edición de la fiesta de las letras Kosmópolis. Entre los diversos ámbitos de debate, el que se dedicó a la crítica literaria catalana abordó el tema del canon literario. Los participantes expusieron en el coloquio la necesidad o no de un canon y de cómo y para qué elaborarlo. Reflexionar sobre esto, desde un ámbito literario como el catalán, puede ayudarnos más adelante para ver a qué se enfrenta un entorno también minorizado como es el gallego.
[...] Antes de concretar, con nombres y apellidos, qué autores gallegos serían merecedores de figurar en un canon literario europeo, habríamos de establecer los criterios que actuarían de incluyentes o excluyentes. La primera consideración es que la literatura gallega (y como tal consideramos, fundamentalmente, la escrita en gallego) es una literatura pequeña, que no menor, de una sociedad demográficamente pequeña que, por razones socioeconómicas, ha sufrido un atraso cultural secular y en cuyo seno ha sido nula la presencia oficial y literaria de la lengua autóctona, todo lo cual ha llevado a una debilidad de los sectores intelectuales comprometidos con el país y su sociedad.
Estamos, pues, ante un panorama poco alentador, a priori. A ello hay que añadir, en situación común al resto de las literaturas hispánicas no castellanas, las limitaciones --cuando no una sutil o abierta prohibición-- hacia esas lenguas en tiempos de la dictadura franquista.
Sin aplicar criterios de estricta proporcionalidad, convendrá considerar la situación objetiva de la literatura gallega y de su circunstancia histórica. Una primera precaución será no considerar la literatura gallega como un todo homogéneo, sino como el conjunto de dos etapas autónomas. No hay un continuo entre la etapa medieval (por mucho que la alarguemos) y el Rexurdimento del siglo. Es más, cuando éste se produjo apenas había coincidencia de lo que había sido el (posteriormente descubierto) esplendor de la lírica trobadoresca galaico-portuguesa. Fuera de alguna cita --como la del Marqués de Santillana en su Carta proemio a don Pedro de Portugal--, el eco romántico de Macías o de las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, las letras gallegas eran un agujero negro en cuanto a pasado histórico. Cuando Pintos, Pastor Díaz, Murguía o Rosalía toman la pluma y escriben en gallego sólo les mueve dignificar la lengua popular (ágrafa y despreciada) y lo hacen sin apenas ninguna conciencia del pasado.
Exiliados, 1902
Ferdynand Ruszczyc (1870-1936)
[...] Resulta difícil dicha selección, pero por reducción del total de trobadores, segreles y juglares cuya obra conocemos, incorporaríamos al canon literario europeo a Arias Nunes, Alfonso X el Sabio, Bernal de Bonaval, Don Denis, Martín Códax, Mendiño, Pai Gómez Chariño, Pero da Ponte, Pero García Burgalés y Pero Meogo. Una selección, repito, que tendría una dimensión colectiva, pues una mayor individualización desvirtuaría la totalidad de la producción lírica medieval gallego-portuguesa.
Al contemplar la literatura moderna, la que se consolida a partir de Rosalía de Castro, tendremos que prescindir de los últimos años para evitar, como antes hemos señalado, que la moda nos confunda. Así pues, acotaremos el período entre la publicación en 1863 de Cantares gallegos, de Rosalía de Castro, y la década de los ochenta del siglo XX. El criterio aplicado a la hora de hacer una selección de autores habrá de contemplar una doble dirección: su influencia en la sociedad donde nació esa literatura (y no necesariamente en el momento de su génesis o publicación) y su homologación externa.
[...] Situándonos en el momento de la última ronda, los excluídos (imprescindibles en el sistema interno pero no de cara al exterior) serían Manuel Curros Enríquez, Eduardo Pondal, Ramón Cabanillas, Vicente Risco, Alfonso D. Rodríguez Castelao, Ramón Otero Pedrayo y Ánxel Fole. Estos autores, aun constituyendo la mayoría de los clásicos gallegos, no soportarían una homologación en clave europea. En cambio, sí que podrían pasarla, a nuestro parecer, Rosalía de Castro, Manuel Antonio, Álvaro Cunqueiro, Rafael Dieste, Eduardo Blanco Amor, Celso Emilio Ferreiro y Xosé Luis Méndez Ferrín.
Rosalía de Castro (1837-1885), más allá de su papel fundamental en la literatura gallega como iniciadora de su etapa moderna i como definidora de una manera de entender el país, tiene méritos suficientes para considerarla porque, sin olvidar su prosa (La hija del mar, 1859, El caballero de las botas azules, 1867), su poesía es --junto con la de Gustavo Adolfo Bécquer-- la mejor aportacion hispánica al Romanticismo europeo: Cantares gallegos (1863) y Follas novas (1880) en gallego, y A orillas del Sar (1884), en castellano. Rosalía de Castro devolvió a los gallegos el orgullo por su lengua y definió la matriz de una manera de entender el país y la literatura que, tras ella, habría de generar. Rosalía se inscribe, en pie de igualdad, con los grandes románticos del dolor (Antero de Quental, Leopardi).
Manuel Antonio [Pérez Sánchez] (1900-1930) no fue autor de mucha producción (De catro a catro. Follas d'un diario d'abordo, 1928). Sin embargo, su adscripción a las corrientes de vanguardia supone un caso insólito en el panorama literario europeo: el manifiesto Máis alá fue un acto de iconoclastia contra nadie, fenómeno que se produciría también en Brasil, otro país sin una tradición literaria que combatir. En el caso gallego, se veneraba la poesía ochocentista de Pondal, Rosalía y Curros y por eso los dardos de la ruptura se dirigieron al sector más conservador del galleguismo cultural coetáneo (incluido el inspirador del fenómeno Nós, Losada Diéguez). Su poesía, conciliadora de las formas de vanguardia con la tradición popular, no fue comprendida hasta años después, cuando en el galleguismo aparecieron vanguardistas de verdad (ya en los años sesenta) y no simples diletantes que disimulaban su egoísmo reaccionario con poesías de imitación pseudovanguardista.
Álvaro Cunqueiro (1911-1981) representa la simbiosis entre la literatura en gallego y las corrientes estéticas vigentes en España y Europa en su momento: neopopularismo y neotrobadorismo (Cantiga nova que se chama riveira, 1933), surrealismo (Poemas de si e non, 1933), con una posterior superación de la estética fascista culta. La intimidad de la poesía de Cunqueiro (Herba aquí e acolá), la riqueza de su prosa --en gallego y en castellano-- y la fuerza de su realismo fantástico (Merlín e familia, 1955; As crónicas do sochantre, 1956; Un hombre que se parecía a Orestes, 1969) colocaron a las letras gallegas en una dimensión plenamente europea por primera vez desde la Edad Media. Junto con Rosalía, Cunqueiro constituye el mejor banderín de enganghe para acercarse al mundo de las letras gallegas.
Dante en el exilio, 1864
Lord Frederic Leighton, 1.er barón de Leighton (1830-1896)
Rafael Dieste (1899-1981) es el cuarto mosquetero que completa el grupo de escritores rianxeiros importantes: Pai Gómez Chariño, Castelao y Manuel Antonio. Matemático de profesión antes que escritor, es autor de una pequeña colección de cuentos en gallego, recogidos bajo el título de Dos arquivos do trasno (1923, ampliado más tarde), y de una pieza teatral (A fiestra valdeira, 1927). Pero estos cuentos, así como los que publicó en castellano, ya en el exilio, con el título de Historia e invenciones de Félix Muriel (1943), bastan para acreditarlo como uno de los más originales prosistas hispánicos del siglo XX.
Eduardo Blanco Amor (1897-1979) es, junto con Álvaro Cunqueiro y desde perspectivas bien diferentes, quien más innovación aportó a las letras gallegas en el siglo XX. Es la suya una literatura que, sin olvidar el compromiso con la lengua propia, se pone del lado de los marginados, de los olvidados, de la resistencia al poder. Sus obras en prosa (las novelas A esmorga, 1959; Os biosbardos, 1962; y Xente ao lonxe, 1972) y en teatro (Proceso de Jacobusland; Farsas para títeres, 1973), supusieron una corriente de aire fresco que resultó más bien bofetada para los sectores del galleguismo cultural "oficial", que lo ignoraron después de animarlo a regresar del exilio americano.
Celso Emilio Ferreiro (1912-1979) representa, como ningún otro escritor gallego, la voz de la conciencia civil frente a la brutalidad de la dictadura franquista y frente a la molicie, cuando no clara complicidad, de los sectores más reaccionarios de la galleguidad (sobre todo en la emigración americana). Sus poemarios, de clara inspiración socialrealista (O soño sulagado, 1954; Longa noite de pedra, 1962; Viaxe ao país dos Ananos, 1968) se convirtieron en el estandarte de la juventud que decía no al franquismo. Una poesía que, sin abandonar los valores líricos, era herramienta de compromiso como la de poetas de otros ámbitos (Celaya, Espriu).
Xose Luis Méndez Ferrín (1938) sería el único autor gallego vivo que ha alcanzado la condición de clásico con plena homologación más allá de su tierra, lo cual hace que excepcionalmente lo incluyamos en esta propuesta. Finísimo conocedor de la literatura gallega (Cancioneiro de Pero Meogo, 1966; De Pondal a Novoneyra, 1984), su poesía está a la altura de los grandes poetas europeos contemporáneos: Con pólvora e magnolias (1977), Poesía enteira de Heriberto Bens (1980) o Estirpe (1994). Como narrador podemos destacar Arraianos (1991) entre otras.
Esta propuesta, como cualquier otra, arrastra subjetividad, no lo negaremos, pero en ella hemos querido situar diversas maneras de aumentar y prestigiar la literatura gallega, desde el interior y desde el exterior de Galicia, en contra del franquismo o haciendo como si no existiese. Y para ello hemos procurado abandonar todo tipo de prejuicio.
VENTURA RUIZ, Joaquim. "Libros y autores gallegos en un canon literario europeo" [versión íntegra anotada] en Mil Seiscientos Dieciséis, Anuario 2006, vol. XI, 189-196.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada