Bloomsday, 16 de junio de 1904


Ulysses padeció la persecución y la censura en varios países, pero especialmente en Estados Unidos, por parte tanto del Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio como del Servicio de Correos. Eso fue así por razones de “moral pública” y rechazo a su estilo de escritura, por el sonoro choque que se producía con el gusto de la época. Gadamer lo ha puesto en unos términos que vienen al caso: “ El gusto evita en general lo que se sale de lo habitual, todo lo excesivo. Es un sentido superficial, que no desea entrar en lo original de una producción artística.” En este sonoro choque, Joyce no sólo baraja y da de nuevo diferentes niveles de lenguaje, diferentes estados y épocas de la lengua, sino que, con gestos obscenos, va rasgando las vestiduras de la lengua al tiempo que goza revolviendo entre sus pliegues.


Foto en Paris, 1923, con quienes apoyaban la circulación en EEUU de Ulysses. De izquierda a derecha: Ford Madox Ford, editor; James Joyce; Ezra Pound, poeta y escritor; y John Quinn, abogado que defendía a la "Little Review" de las causas por la censura.
Fuente: El Sigma

Antes de completada, la obra se fue publicando por entregas en la Little Review, revista literaria de Nueva York. Joyce había desatendido el prudente consejo de Silvia Beach de no adelantar esa circulación por capítulos, previsora de que, si uno de ellos era rechazado, eso pudiese acarrear impedimentos para la edición de la obra entera. Así fue como el servicio de Correos norteamericano, que había empezado por rechazar algunos, encontró en el capítulo 13 la piedra del escándalo: Leopold Bloom sostiene en la playa de Sandymount un juego erótico distante con Gertry MacDowell; se insinúa el orgasmo, subrayado con unos fuegos artificiales que explotan después del juego de miradas y cierto exhibicionismo de Gertry, descarados para la época. Por ello se prohibió su circulación y luego la del libro, finalmente editado en 1922 por Silvia Beach bajo el sello de la Shakespeare and Company, nombre de la célebre librería inglesa ubicada frente a los muelles del Sena en París, lugar constante de cita de escritores de habla inglesa.

En 1933, un juez neoyorquino desestimó las opiniones del Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio y, en contra de todo precedente, autorizó la circulación, venta y edición en territorio estadounidense del Ulysses de Joyce. El siguiente fragmento de su argumentación no carece de gracia: "Respecto a las repeticiones del tema sexual en las mentes de los personajes, debe recordarse que el ambiente era céltico, y su estación, la primavera." Y más adelante: "Ciertas escenas pueden resultar un trago más bien fuerte para ciertas personas, pero mi opinión es que el efecto de Ulysses en el lector es, sin duda, un tanto emético (vomitivo) pero en ningún momento afrodisíaco." Tras las instancias de apelación, el libro fue finalmente autorizado.

En la biografía de Silvia Beach se dice que, en 1939, Frank Budgen le recordó a Joyce que alguna vez había encontrado deseables a las mujeres desde un punto de vista físico. Él le respondió: "Tal vez. Pero ahora sus cuerpos me importan un comino, sólo me interesan sus vestidos." Análogamente, diremos que un fresco Joyce eróticamente se atareaba e interesaba en las múltiples vestiduras de la lengua (y así acudimos a una imagen de manto y pliegue al estilo barroco), que traslucen un cuerpo pulido y brillante, móvil y monumental, por momentos remotamente clásico. O bien en el vaivén de lo heterogéneo y heteróclito, un orden adventicio, fresco y propio de la azarosa lengua. Una lengua que viste y besa la boca abierta del caos.

AUTINO, Gloria E. y Juan Carlos Mosca. "Joyce. Bloomsday. Florecimiento, frescura y censura". Jornadas James Joyce, junio de 2004. Centenario del Bloomsday. (Escrito para su publicación por Letra Viva, elSigma.)