Acercamiento del mercado a los estudios de traducción

Profesionalizar una formación como la nuestra implica que la enseñanza de la T&I tiene que reproducir en la medida de lo posible las condiciones reales de trabajo de los futuros licenciados. Para ello se deberían traducir/interpretar encargos reales, se deberían utilizar las herramientas electrónicas de documentación, edición, transmisión de datos, etc. Y de hecho esto es lo que sucede ya en la mayoría de las Facultades de T&I, incluso en las más jóvenes como la mía. Pero ello no puede significar que estos encargos se entreguen sin más al alumnado. Todo aprendizaje es lento en los comienzos, y precisa de unos objetivos, y una progresión de tareas si pretende ser eficaz.
Profesionalizar significa también enseñar a gestionar la profesión. Lo que es lo mismo: inserción profesional, autoempleo, fiscalidad, elaboración de CV, tarifas y presupuestos, etc. En la mayoría de las facultades de T&I están ausentes de los planes de estudio esta clase de materias específicas, si bien son suplidas en parte por la buena voluntad de algún profesorado, bien mediante tutorías, incluyéndolas como parte de sus clases en el último año, u organizando conferencias, cursos, mesas redondas, que por desgracia no son gratuitas: el tiempo de los profesionales hay que pagarlo, aunque lo hagan muchas veces gratis. Las asociaciones de antiguos licenciados podrían contribuir al acercamiento entre profesión y alumnado con un pie ya en el mercado laboral, y a menudo desorientado sobre “por donde y cómo conseguir su primer encargo”.
Sin embargo profesionalizar no significa formar licenciados a la medida exacta de cada una y todas las empresas en función de modas, o últimos avances tecnológicos. En primer lugar por la gran variedad de microperfiles según la emergencia de nuevos campos de conocimiento o de aplicación de la ciencia. En segundo lugar, porque la universidad no puede trabajar con necesidades de mercado a corto plazo. Cualquier empresa sabe perfectamente que sería suicida limitarse a trabajar para un solo cliente o un único mercado hiperespecializado, por lo tanto no parece lógico que se le pida a la universidad que haga precisamente esto. Más aún si se tiene en cuenta el escaso margen de maniobra que para introducir nuevas materias en los planes de estudios ya de por sí sobrecargados de horas. Dicho de otro modo, la formación universitaria no puede someterse exclusivamente al vaivén de los mercados. De hecho, no existe ninguna licenciatura que consiga la especialización que demandan las empresas, puesto que en realidad es la propia evolución de las actividades humanas y los años de experiencia los que especializan a los traductores. Además la empresa no puede ignorar su responsabilidad en la contribución a la formación de los que trabajan para ella. (Y. Gambier. 2000. http://europa.eu.int/comm/translation/theory/seminars_en.htm).

Playa en Nassau
© Albert Bierstadt (1830-1902)

La función de la universidad, además de formar, es reflexionar sobre las evoluciones futuras del mundo en que vivimos, y en el caso concreto de la formación de traductores e intérpretes, sobre las mutaciones de los papeles de traductor, revisor, editor, webmaster, coordinador de proyectos etc. En resumidas cuentas, necesitamos enseñar a aprender, y conseguir traductores e intérpretes capaces de mantenerse en aprendizaje permanente.
Para terminar me gustaría incidir en la necesidad de sensibilizar a las empresas sobre la posibilidad de obtener prestaciones de calidad si acuden a profesionales, así como el que sepan transmitir con claridad cual son sus necesidades comunicativas y sus expectativas del trabajo de dichos profesionales. Eso ahorraría malentendidos sobre plazos imposibles de cumplir, tarifas ridículas, ausencia de información sobre función y destinatarios, de la traducción, o comentarios no sobre el propio proceso traductor. Por desgracia, las inversiones de las empresas en servicios lingüísticos son las menores, las que se revisan a la baja o las que antes desaparecen en caso de crisis, como si una comunicación eficaz fuese un asunto totalmente secundario. Las facultades de T&I junto con asociaciones profesionales, existentes o en vías de creación, deberían aunar sus esfuerzos para llevar a cabo campañas que informasen sobre las ventajas de contratar a quien realmente posee la formación adecuada a sus necesidades, lo mismo que hace en otros campos.

CRUCES COLADO, Susana. "Más sobre la enseñanza de la traducción y la interpretación...", en La linterna del traductor, n.º 4, 2002.