La fe de erratas de don Camilo

Monumento a Camilo José Cela.
Obra del escultor Manuel Ferreiro Badia, 2003.
(c) Guni


Sobre "las últimas en abandonar el barco", Cela escribió:

Hay al menos dos o tres o cuatro clases de erratas de imprenta: unas, las que subsana el buen criterio de quien leyere, que carecen de importancia aunque molesten a la vista; otras, las que cambian una palabra por otra palabra también correcta en sí, que son más peligrosas porque pueden inducir a desorientaciones y aun a errores; otras, las que inventan una palabra, y que pueden volver loco a cualquiera, y aun otras, que llevan a confundir al oído dos nociones diferentes. Las primeras son muy veniales: por ejemplo, decir "chocalate" por chocolate, sobre todo cuando el contexto explica, en mejor auxilio del lector, que el "chocolate" es el desayuno y con tejeringos. Las segundas pueden ser molestas puesto que la lectura queda aparentemente correcta: por ejemplo, "agriar", poner agria una cosa, por "agriaz", cinamomo. De las terceras, tengo en mi libro Desde el palomar de Hita; se habla de los designios de la "cesia", bella palabra que nada significa o al menos yo no lo sé ni la Real Academia tampoco. Tuve noticia del despropósito a través de una alumna francesa que estaba trabajando sobre mi obra y recurrió a mí, llena de respetuosos remilgos, tras agotas toda su nómina de profesores; donde el impresor puso la eufónica palabra falsa debiera haberse leído "poesía", con lo que todo adquiría sentido. De las cuartas también tengo personal experiencia: en todas las ediciones, que son cuatro o cinco, de los discursos del acto de mi recepción en la Academia, en el final del discurso de Marañón, se habla de "honor ilustre", cuando el adjetivo no es sino transcripción errónea y tomada al oído de la conjunción copulativa "y" y el sustantivo "lustre". En todo caso, en esto de las erratas la sangre nunca llega al río y hay que tomarlas con cierto asco, sí, pero también con paciencia.

CELA, Camilo José. A bote pronto, Barcelona: Seix Barral, 1994.