La traducción acerca las diferencias


La Torre de Babel, 1594.
Lucas Van Valckenborch (1530-1597).


Nuestra época, nuestra sensibilidad personal, están inmersas en el mundo de la traducción o, más precisamente, en un mundo que es en sí mismo una traducción de otros mundos, de otros sistemas. (Octavio Paz)


"El exceso de palabras y códigos de nuestro tiempo podría conducir a los hombres al silencio." Así, en una línea resumen y con cita de Octavio Paz, Rafael Fauquié es capaz de condensar el contenido de su artículo publicado en el número 41 de la revista Espéculo (mayo-junio de 2009):

En su texto Sobre el programa de la filosofía futura, escrito a comienzos de este siglo, Benjamin imaginó una filosofía venidera mucho más cercana a la expresividad de las palabras que a la de las ciencias o las matemáticas. "El gran cambio y corrección que ha de introducirse en un concepto de conocimiento unilateralmente orientado hacia lo matemático-mecánico -dice Benjamin- sólo podrá lograrse mediante la relación entre el conocimiento y el lenguaje”. Y más adelante concluye: “... Kant no advirtió en modo alguno el hecho de que todo conocimiento filosófico tiene su única expresión en el lenguaje, y no en fórmulas y números. Este hecho, a la postre, se revelaría como el hecho decisivo, y es por él que,a fin de cuentas, debería afirmarse la supremacía de la filosofía, no tan sólo sobre todas las otras ciencias, sino también sobre las matemáticas." 

En su trabajo, Benjamin postula la necesidad de una filosofía nueva, necesaria para otros hombres: diferentes habitantes de un mundo también diferente. "Es deber principal de la filosofía que se avecina -dice- permitir convertirse en conocimiento a los indicios más profundos que extrae de la época misma y de los presentimientos de un gran futuro". ¿Qué fue de ese "gran futuro" presentido por Benjamin? Benjamin escribe su trabajo a comienzos de 1918, el último año de la Primera Guerra Mundial, cuando ya se divisaba el final de la que parecía ser la última de las guerras, y nadie hubiera podido imaginar cuál iba a ser el destino de Europa y del mundo apenas dos décadas más tarde. El mismo Benjamin se convertiría en una cruel víctima de ese destino: a comienzos de 1940 se suicidó cuando escapaba de Francia hacia la frontera española, huyendo de la barbarie nazi. El "gran futuro" imaginado por Benjamin debería, pues, esperar... Sin embargo, en esos escritos de 1918, Benjamin propuso algo tan simple como exacto: el pensamiento del hombre venidero debería servirle para interpretar sus experiencias venideras. Verdad de perogrullo: un pensamiento otro para un hombre otro; un ser humano necesitado de nuevos asideros, propiciador de nuevos diálogos con el universo, formulador de nuevas preguntas y buscador de diferentes respuestas. 

En otro artículo titulado “Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombres”, texto dos décadas posterior, Benjamin vislumbra el universo como un espacio infinito e infinitamente comunicado. Todo en el universo se comunica, dice, porque todo en él se expresa, porque todo en él habla. Todas las cosas poseen un lenguaje, hablan un lenguaje. Cuanto existe en la naturaleza posee una esencia comunicativa. “No hay acontecimiento o cosa en la naturaleza animada o inanimada -dice- que no participe de alguna forma de la lengua, pues es esencial a toda cosa comunicar su propio sentido”. Todo lo existente, animado o inanimado, dice, se dice a través de un lenguaje. Todo se relaciona con todo en una inacabable forma de diálogo. Aquí resulta central una idea de Benjamin: la de traducción. Traducción es desciframiento, asimilación, incorporación de la otredad a través del lenguaje; conversión del lenguaje de lo “otro” en una forma de mi propio lenguaje. “El concepto de traducción -dice Benjamin- conquista su pleno significado cuando se comprende que toda lengua superior (con excepción de la palabra Dios) puede ser considerada como traducción de todas las otras ... La traducción de la lengua de las cosas a la lengua de los hombres no es sólo traducción de lo mudo a lo sonoro ,es la traducción de aquello que no tiene nombre al nombre. Es, por lo tanto, la traducción de una lengua imperfecta a una lengua más perfecta”. 

Traducción implicaría, pues, nuevas relaciones entre los hombres, y entre éstos y el universo. El lenguaje superior de los hombres, debería, según Benjamin, traducir a los otros lenguajes: asimilarlos, entenderlos. A partir de la traducción debería llegar para el ser humano una comprensión de las casi infinitas formas de lo que es su otredad. El lenguaje de los hombres estaría llamado, por ejemplo, a traducir el lenguaje de la naturaleza. La palabra del cosmos y la palabra de las creaciones humanas estarían obligadas a traducirse. En este caso, la idea de traducción significaría el final de la soberbia de los hombres; una nueva manera -más humilde y mesurada- de asumir su relación con esa forma de otredad que es lo natural. La Naturaleza, habla. Lo ha hecho siempre. Fue el hombre quien, en algún momento, pareció dejar de escucharla. Sólo “traduciéndola” descubriríamos que nunca hemos dejado de pertenecer, inexorablemente cercanos, a su marcha y a sus designios; que todos, hombres y cosmos, formamos parte de una armonía universal que todo lo engloba. 

FAUQUIÉ, Rafael: "Palabras, traducción y Babel" [v. artículo íntegro anotado], en Espéculo, n.º 41, mayo-junio de 2009.

1 comentari:

Jordi M.Novas ha dit...

Hay dos tipos de dsilencio, y el que caracteriza a la sociedad nos lleva a la ruina intelectual.