Esa gran desconocida...


La traducción literaria

“La traducción literaria no es una tarea inferior. Es un arte. […] Es un trabajo que exige inteligencia y experiencia, pero también humildad, valor, corazón e imaginación.”

PONTIERO, Giovanni: “La tarea del traductor literario” en Sendebar, n. º 4, Granada: Universidad de Granada, 1993 (p. 168).


Está claro que se puede y se debe formar al traductor, lo que en cambio crea desacuerdo es el proceso y el iter formativo, aunque no hay dudas sobre la factibilidad del propósito. Sin embargo, cuando hablamos de escuelas o titulaciones de traductores, nos referimos generalmente a los traductores técnicos, jurídicos o, en cualquier caso, genéricos.


Si el objeto es la traducción literaria, el tema se complica puesto que, como ya hemos destacado, esta práctica requiere una preparación distinta. Si entendemos la traducción como
“recreación”, entonces el traductor es un autor y, como tal, debería compartir sus sensaciones y sus experiencias y poseer sus características: una sensibilidad extraordinadaria, espíritu creativo, ingenio, fantasía e imaginación, la capacidad de trasladar sobre papel las emociones más íntimas, los deseos más escondidos, las ideas más desacralizadoras y los pensamientos más complejos.


[...] La traducción literaria es, pues, una experiencia progresiva; la preparación de un traductor no se limita, ni se completa, con el itinerario académico. Necesita estímulos y prácticas constantes para que se desarrollen las compentencias indispensables. Amparo Hurtado Albir y el Grupo PACTE, de la Universidad Autónoma de Barcelona, hacen hincapié en la importancia de su adquisición; sin embargo, este campo de investigación todavía no se ha descifrado y los estudios están en una fase teórica y empírica, aunque son de indudable utilidad pedagógica:

“La adquisición de la competencia traductora requiere un proceso de construcción y organización de todas esas subcompetencias. Este proceso de adquisición, que algunos traductores han realizado de modo autodidacta, puede efectuarse de manera guiada, mediante una enseñanza-aprendizaje.”

HURTADO ALBIR, Amparo: Enseñar a traducir, Madrid: Edelsa S.A., 1999 (p. 44).


Esas "subcompetencias" que el traductor debe construir y desarrollar para adquirir la competencia traductora son:

  • S. bilingüe, que consiste en los conocimientos pragmáticos, socilolingüísticos, textuales, léxicos y gramaticales necesarios para la comunicación en dos lenguas, es decir, comprensión en la lengua de partida y producción en la lengua de llegada.
  • S. extralingüística, que consta de los conocimientos biculturales, enciclopédicos y temáticos acerca del mundo en general y de ámbitos determinados.


Evidentemente, ambas se pueden aplicar también a otras actividades y pertenecen a cualquier hablante bilingüe, no exclusivamente al traductor. Las que siguen, en cambio, se adscriben exclusivamente al territorio de la traducción:

  • S. de conocimientos sobre la traducción o transferencia comprende los principios que rigen la traducción y su ejercicio (métodos y procedimientos, tipos de problemas, posibles soluciones, características del mercado, de encargos, de destinatarios etc.), o sea, la capacidad de recorrer el proceso de transferencia desde el texto original hasta la elaboración del texto final.
  • S. profesional afecta a todos los conocimientos relacionados con las nuevas teconologías y con las fuentes de documentación (diccionarios, enciclopedias, gramáticas, corpus electrónicos etc.) aplicados a la traducción.
  • S. estratégica activa a todas las demás y supone su manejo y control. Consiste en la elaboración del proceso traductor, su evaluación en función del objetico final, detectar eventuales deficiencias y/o problemas y buscar y aplicar los procedimientos individuales necesarios para su resolución.
  • S. psicofisiológica corresponde a los recursos, a la habilidad y la actitud psicológica -como la memoria, la percepción, la atención la emoción, la curiosidad intelectual, el rigor, el espíritu crítico, la creatividad, el razonamiento lógico, etc.- que condicionan el trabajo del traductor.


Las seis subcompetencias están interrelacionadas, se compensan y se integran recíprocamente, respetando ciertas jerarquías que varían según el tipo de traducción (directa o inversa), su función, la combinación lingüística, la especialidad, el contexto receptor. En el ámbito de la traducción literaria, juegan un papel fundamental las dos últimas, que más espacio conceden al elemento y a la capacidad individual y que generalmente identificamos con el talento del traductor: su capacidad creativa. En nuestra opinión, el talento se puede forjar, reforzar, dirigir hacia un fin determinado, y será el potenciamento de esta habilidad el elemento determinante en la formación del buen traductor literario.


Por lo tanto, no consideraremos la traducción literaria una tarea imposible, siempre y cuando el traductor haya desarrollado las subcompetencias necesaria; pero también opinamos que, tratándose de una creación artística, no todos los traductores serán capaces de llevarla a cabo con resultados satisfactorios.


CATENARO, Barbara. "La obra literaria: posibilidades y límites del traductor", Universidad de l'Aquila, Facultad de Filosofía y Letras


Texto íntegro: Espéculo, n.º 37