El porqué de la teoría




Tal vez la teoría no sea la mejor manera de botar este velero bergantín y hacerse a la mar. A muchos les resultará una manera aburrida y soporífera de ahuyentar a posibles lectores y colegas de profesión, más interesados en la práctica pura y dura. Porque, a grandes rasgos, la práctica es negación de la teoría: experiencias concretas de casos reales frente a ideas abstractas y especulativas. Sin embargo, quizá en el fondo no estén tan alejadas la una de la otra y puede que incluso se complementen.

Dicho esto, cabe preguntarse qué lugar ocupa la teoría en la práctica de la traducción, hasta qué punto le es útil al traductor. De entrada, se diría que aporta tres aspectos fundamentales:

  • Reflexión. Nos permite reflexionar sobre nuestra profesión y su objeto de trabajo, desde diferentes puntos de vista.
  • Conocimiento. Expone los entresijos de un arte: su historia y evolución a través de los tiempos, ideas previas de colegas de profesión, quiénes somos como colectivo, de dónde venimos y hacia dónde vamos.
  • Autocrítica. Nos ayuda a adoptar una postura crítica en general, respecto a la teoría en sí misma y respecto a nuestro oficio (entorno, actitud, bagaje, recursos, dificultades...).

Partimos de que en traducción no existen recetas infalibles para el éxito y de que cada traductor es un mundo. Partimos también de que nada está escrito en mármol, de que no hay verdades absolutas sino relativas y de cada uno depende descubrirlas. La teoría no muerde, aunque a veces nos enseñe los dientes con su lenguaje enrevesado; quizá la clave resida en mirarla directamente a los ojos y abordarla de manera más crítica que complaciente.

"Leer para aprender y leer para desaprender" (José A. Gómez Hernández).