Hipótesis de la práctica deliberada

Campeonato Mundial de Atletismo en pista cubierta, 110 m vallas. Valencia, 2008.
© Toral
 
Traducir también es un deporte. Aunque a simple vista el símil podría parecer algo banal, ambos oficios requieren esfuerzo, trabajo, dedicación, fortaleza ante la adversidad, afán de superación y perseverancia, grandes dosis de perseverancia. La crítica constructiva también importa, y mucho, porque abre un espacio a la reflexión, permite mejorar ciertos aspectos y acometer la siguiente empresa con más bagaje y mayor determinación. El traductor, como buen deportista, aspira a la perfección aunque sepa que jamás podrá alcanzarla... no del todo. Y en los últimos metros de la recta final, en ese instante en que cruza la línea de meta, celebra el pequeño triunfo o lamenta la derrota en su justa medida, consciente de que el tiempo apremia y nuevos retos le esperan sobre la mesa.
En los últimos tiempos ha surgido cierta controversia relacionada con el papel que la práctica y el entrenamiento tienen en el rendimiento experto. Son diferentes estudios dentro y fuera del deporte los que han mostrado la importancia de las horas de práctica para explicar la varianza en los estudios sobre pericia; por tanto hablar de pericia y olvidar el entrenamiento resulta poco fructífero, de ahí el interés por analizar esta variable del rendimiento deportivo (Ruiz y Sánchez, 1997). Las contribuciones de autores clásicos como DeGroot (1965) y otros que posteriormente siguieron sus pasos (Chase y Simon, 1973) ya destacaron el papel que la práctica tenía en la adquisición de las enormes cantidades de conocimiento que sobre el ajedrez tenían los grandes maestros. Estas ideas incluso están presentes en numerosos teóricos influyentes del aprendizaje desde un enfoque cognitivo (Anderson, 1983).

En su estudio de investigación sobre un grupo de expertos universitarios y deportistas a los que se aplicaron más de 160 medidas durante dos años, Salmela (1997) pudo determinar con gran precisión el rendimiento de los sujetos en gimnasia deportiva y concluyó que una variable demográfica como el número de horas de entrenamiento explicaba entre el 75% y el 85% de la varianza para cada grupo de edad, siendo la variable explicativa más potente.

Es ésta la línea de trabajo del profesor sueco Ericsson, quien viene defendiendo la idea de que en el deporte, la música o la medicina, lo que realmente explica el rendimiento experto es lo que él denomina "práctica deliberada" (Ericsson, Kramper y Tesch-Romer, 1993; Ericsson y Charnes, 1994; Ericsson, 1996).

Para estos autores, los 10 años de práctica deliberada, traducidos en más de 10.000 horas de entrenamiento a 20 horas por semana, son un indicador importante. Pero no basta con realizar una práctica deliberada; el análisis retrospectivo de los expertos indica que la práctica debe estar cargada de intencionalidad y conllevar esfuerzo, ha de ser una práctica en la que las tareas estén diseñadas especialmente para mejorar el nivel de rendimiento, combinada con feedbacks informativos que permitan la corrección y la repetición, y en la que a menudo no exista un verdadero disfrute sino objetivos claros que rijan la actuación del deportista.

Así pues, la práctica debe poseer al menos tres características para considerarse deliberada:
1. Estar bien definida y constituir un verdadero reto para el deportista.
2. Proporcionar feedbacks informativos al atleta.
3. Ofrecer la posibilidad de corregir los errores y repetir.

Ericsson et al. (1993), por su parte, consideran que a la práctica deliberada la distinguen tres subcomponentes: 1) La cantidad en relación con el éxito deportivo; 2) la exigencia, el esfuerzo y la concentración; y 3) la particularidad de no ser agradable de forma inherente.

Estos estudios han demostrado, además, que los deportistas suelen infravalorar las horas dedicadas a su disciplina, hasta tal punto que muchos atletas olímpicos y de categoría mundial pueden alcanzar hasta 20.000 horas de entrenamiento deliberado; se trata de lo que Ericsson considera deportistas eminentes.

Es el número mágico (Singer y Janelle, 1999) de 10 años el que parece recoger parte de esta concepción, algo que ya venía resaltado en el estudio de Bloom (1995) y que presenta numerosas consideraciones, sobre todo si se contempla el proceso de llegar a ser experto como un proceso continuo y se acepta la noción de pericia relativa. Pero también se puede encontrar a numerosos expertos en el deporte que han adquirido su pericia antes de los 10 años de entrenamiento deliberado. Como cabría plantearse, el número en sí tiene una importancia secundaria porque lo principal es conocer el tipo y la calidad de las prácticas llevadas a cabo en estos años. Los estudios de aprendizaje motor vienen concluyendo desde hace décadas que la calidad de la práctica es fundamental (Ruiz, 1994; Ruiz y Sánchez, 1997; Oña et al., 1999) para comprender el proceso de adquisición y optimización.

RUIZ PÉREZ, Luis Miguel. "Rendimiento deportivo, optimización y excelencia en el deporte" [artículo íntegro anotado], en Revista de Psicología del Deporte, 1999, vol. 8, n.º 2, pp. 235-248.