En junio de 1981, poco tiempo después de comenzar a funcionar el Departamento de Español Urgente de la Agencia EFE, recibimos una nota de la delegación de EFE en Argel que decía lo siguiente: "El gobierno argelino ha puesto en vigor un decreto de marzo último sobre la arabización de todos los nombres de lugares del territorio nacional. Así, Argel, la capital de Argelia, se denominará en lo sucesivo El Djazair, Constantina se convierte en Gacentina, y Orán, en Wahrán". Quisimos salir al paso y redactamos una nota para aclarar la cuestión, en la que decíamos: "El hecho de que el gobierno argelino haya puesto en vigor ese decreto, para volver a nombrar a sus ciudades con el nombre que siempre han tenido en árabe, no implica que dejemos de usar los nombres españoles, puesto que si así sucediera, también tendríamos que llamar London a Londres, Torino a Turín, Kampuchea a Camboya, Sri Lanka a Ceilán, etc. Conservemos, pues, los nombres españoles siempre que existan". Más adelante, viendo que el problema continuaba con el nombre de otros países y ciudades, el Departamento de Español Urgente (DEU) redactó otra nota aclaratoria: "En relación con la sugerencia de cambiar el nombre a algunos países, el DEU aconseja que se continúe empleando el nombre del país que es de uso en español. Es sabido que en su lengua oficial no todos los países tienen un nombre semejante al nuestro, por ejemplo: DEUTSCHLAND (al.) podría por esta razón llamarse Doichlandia o algo semejante, pero lo cierto es que lo conocemos como ALEMANIA (de alamani, pueblos del sur de Germania). Y en inglés se llama GERMANY y en sueco TYSKLAND. Si aceptamos el criterio de llamar a algunos países con el nombre que reciben en su lengua oficial, siguiendo ese mismo criterio tendremos que cambiar el nombre que es tradicional en español a los siguientes países:
Alemania = DeutschlandArgelia = Al YazairBengala = BangladeshBirmania = MianmaBután = Druk-YulCamboya = KampucheaCeilán = Sri LankaCorea del Sur = Han HukChad = TchadChina = Chung-Hua Yen-MIN Kung-Ho KuoR. de China = Chung-Hua MIN-kuoYibuti = DjiboutiEgipto = MisrFinlandia = SuomenGrecia = Ellinikí DimokratíaHungría = MagyarIndia = BharatIrlanda = EireJapón = NipponJordania = al UrdunMarruecos = al MagrebNoruega = NorgeSuecia = SverigeTailandia = Muang-Zay".
Pero el problema continuaba presentándose, y el 6 de julio de 1983 redactamos otra "nota interior" (sic), esta vez sobre el nombre de Camboya: "Sucede a menudo que en las noticias de la agencia que tratan sobre Camboya, a la hora de nombrar ese país, el redactor, corresponsal o delegado que escribe la noticia, opta, queriendo curarse en salud, por decir: '... en Kampuchea (Camboya)...'. El Manual de Estilo de la Agencia EFE en su tercera edición (1981), página 185, incluye entre otros topónimos que aparecen a veces mal escritos, este de Kampuchea en lugar de Camboya, y dice que el correcto, y por lo tanto el que debe usarse siempre es CAMBOYA. Esta indicación del Manual de Estilo tiene una fácil explicación: hay una serie de lugares que tienen un nombre en español, además del nombre en su lengua originaria. En este caso, Kampuchea es el nombre de ese país en su lengua, que es el jemer. Ese nombre jemer, al pasar al español sufrió una deformación, y de ahí salió CAMBOYA".
Mercado en Argelia, 1914
Auguste Macke (1887-1914)
La nota continuaba diciendo: "Hay ahora una extraña tendencia a llamar por su nombre original a las ciudades y países con independencia o cambio de régimen recientes, pero eso no debe influir en la corrección a la hora de redactar nuestras noticias, y si el país tiene un nombre en español, debe usarse".
Más adelante, el l9 de junio de 1989, recibimos una noticia procedente de Rangún (Birmania), redactada en los mismos términos que aquella de Argelia. La noticia en cuestión decía así: "Las autoridades militares de Birmania anunciaron hoy la supresión de las palabras 'Birmania' y 'Rangún' para la denominación oficial del país y su capital. El nombre oficial del país a partir de ahora será 'la Unión de Myanmar', usando así una palabra que se ajusta más a la pronunciación en lengua birmana. 'El diario del pueblo trabajador', el único periódico que se edita en el país desde la promulgación de la ley marcial hace casi un año, dijo también que el nombre de la capital será a partir de ahora 'Yangon'. Este es el segundo cambio de la denominación oficial del país en poco tiempo, ya que en septiembre de 1987 la actual junta militar quitó las palabras 'República Socialista' del que entonces era nombre oficial del país".
Como hemos visto en las anteriores explicaciones, tampoco hay ninguna razón para que a Birmania, que es como conocemos ese país tradicionalmente en español, lo llamemos ahora con su nombre birmano. Sería tan descabellado como obligar a otros países a llamar al nuestro España en lugar de Spain, Espagne, Spagna, Isbania o Spanien. Y lo mismo sucede con el nombre de su capital, Rangún.
En español podemos distinguir tres clases de topónimos a efectos de su escritura y pronunciación: 1) los nombres de uso tradicional y muy arraigado en español, que corresponden en general a países o lugares normalmente españoles o europeos y deben conservar su forma castellana; 2) los nombres que, teniendo correspondencia en español, se reproducen en la prensa internacional y en los libros y revistas de turismo con las formas del país de origen, en ocasiones reclamadas por los respectivos Gobiernos como rechazo de épocas coloniales recientes; 3) los nombres que no tienen tradición en español, es decir, que no tienen correspondencia castellana y no hay más remedio que transcribir hispanizando las grafías. (Además nos encontramos con topónimos de escritura dudosa, bien sea por cuestiones de acentuación gráfica o por grafías viciadas procedentes de las transcripciones a otras lenguas.)
Los problemas relacionados con la traducción de topónimos se nos presentan sobre todo en el segundo grupo, y son en su mayor parte producidos por el olvido, la falta de información o la tendencia al extrañamiento, al uso de voces extranjeras.
En cuanto a los problemas de transcripción o transliteración, se dan en el tercer grupo, en los nombres de ciudades o países cuyas lenguas no usan el alfabeto latino o son lenguas ágrafas.Y si se presentan problemas y dudas en cuanto a traducción y transcripción de topónimos, también se presentan en los gentilicios, pues estos tienden a cambiar con aquellos, aunque afortunadamente no siempre sucede así.La ONU publica periódicamente una lista de los países pertenecientes a la organización, así como de sus gentilicios. En esa lista aparecen los nombres de los países en las seis lenguas oficiales de la ONU: inglés, francés, español, chino, ruso y árabe, y, en principio, es la lista "oficial", pero resulta que en ella no se respetan una serie de topónimos tradicionales en español, y suponemos que lo mismo ocurre con otras lenguas.
La Comisión de Traducción al Español de la Unión Europea, en su boletín de traducción "Puntoycoma", ha publicado una lista que intenta corregir esas faltas de respeto de la ONU para con la tradición del español.
Casos como los anteriores de Argelia, Camboya y Birmania siguen produciéndose de vez en cuando, y nos encontramos con decretos que pretenden cambiar el nombre de ciudades o países sin tener en cuenta que esos sitios pueden llamarse de distintas formas en diferentes lenguas.
Mujeres de Argelia, 1834
Eugène Ferdinand Victor Delacroix (1798-1863)
En abril de 1995, nos llegó de Londres un recorte de prensa en el que se repetía la historia, esta vez con la ciudad india de Bombay. El artículo era de The Times; estaba firmado por Christopher Thomas, fechado en Nueva Delhi y su título era "Bombay cambia de nombre para cortar con los lazos coloniales". Igual que en los casos argelino y birmano, se nos informaba de que a partir de una fecha determinada, en esta ocasión el 1 de mayo de 1995, Bombay se conocería oficialmente como Mumbai, eliminando así el nombre derivado del portugués bom baim ("buena bahía") que durante siglos ha tenido la capital comercial de la India. La decisión fue anunciada por Pramod Navalkar, Ministro de Cultura del gobierno extremista del estado de Maharastra. Nos explicaban, además, que "Mumbai viene de Mumba Ai o Madre Mumba, que fue la diosa patrona de los kolis o pueblos de pescadores, primitivos habitantes de algunas pequeñas islas que llegaron a convertirse en la ciudad más poblada de la India".
El nombre Bombay se usa en inglés y en la mayoría de las lenguas europeas. En hindi esa ciudad se llama Bambai, y en guyarati y en maharati se ha llamado Mumbai desde tiempos inmemoriales. Y el Tribunal Superior de Bombay decretó que los hindohablantes también tendrán que usar Mumbai, ya que se trata de la forma "adoptada por la política oficial del Estado".
En el mismo artículo se anunciaba el cambio de nombre de otras dos ciudades. Aurangabad pasaba a ser Shambajinagar, y Osmanabad se convertiría en Dharashiv, imponiéndose también en este caso los nombres en la lengua oficial de estado de Maharastra, el maharati. Pero no acababa ahí la cosa, ya que el autor aprovechaba para recordarnos que muchas otras ciudades indias habían ido cambiando sus nombres con el fin de "promover la identidad y la lengua locales". Y entre esas ciudades que ya han cambiado de nombre está Benarés, cuyo nombre actual en la lengua oficial de su estado es Varanasi. Como colofón de toda esa información sobre los cambios en la toponimia de la India, Christopher Thomas reproducía las declaraciones de una conocida escritora india, Shobha De, quien decía que le traía sin cuidado que a Bombay la llamen "Pumpkin" ("calabaza") o cualquier otra cosa y añadía: "Bombay seguirá siendo Bombay. Lo que me interesa es el espíritu de Bombay, no un cambio arbitrario de nombre".
Y como la historia se repetía, el Departamento de Español Urgente repitió también sus consejos al respecto: cuando redactemos noticias en español debemos seguir utilizando los topónimos tradicionales en español, sin tener para nada en cuenta los caprichos político-lingüísticos de los gobernantes de los países de donde provienen ese tipo de decretos. En concreto, en lo referente a la India, sigamos diciendo Bombay y Benarés.
También surgieron una gran cantidad de dudas toponímicas y de gentilicios con la desmembración de la Unión Soviética y de Yugoslavia. De pronto comenzaron a ser noticia pequeñas repúblicas hasta entonces desconocidas para nosotros, y los nombres de sus capitales y de sus habitantes.
Con la Guerra del Golfo hubo que revisar también la toponimia y revisar los nombres de los países implicados y de las ciudades que sufrieron sus consecuencias. La gran cantidad de noticias relativas a esa guerra hizo necesario recordar las normas sobre transcripción del árabe, topónimos, gentilicios y nombres de persona de esa zona del mundo. La finalidad de estas recomendaciones es evitar la diversificación en las grafías, y buscar una transcripción fácil y adaptada a la fonética española.
En cuanto a la transcripción, deben evitarse las grafías ajenas al español, procedentes del inglés o del francés: el dígrafo TH equivale a nuestra Z (Al Thani = Al Zani); la letra J y el dígrafo DJ deben cambiarse por Y (Rafsanjani = Rafsanyani, Bendjedid = Benyedid); en lugar de KH escribiremos J (Abdel Halim Khadam = Abdel Halim Jadam); si nos encontramos con GH debemos sustituirlo por G ante vocal fuerte o GU ante vocal débil (Butros Ghali = Butros Gali); la grafía OO (inglesa) y la OU (francesa) equivalen a nuestra U; la EE será simplemente una I; y siempre que nos encontremos con una duplicación consonántica -SS, MM, LL, DD-, debemos simplificar y escribir una sola letra, excepto en el caso de la RR (Hussein = Husein, Amman = Amán, Muhammad = Muhamad -o Mohamed-, Abdallah = Abdalah, Gaddafi = Gadafi). Hay algunos nombres en los que la duplicación es vocálica (Faruk al Charaa, Samir Yaayaa) y debemos respetarla pues se trata de la única forma de transcribir, aproximándonos lo más posible a su pronunciación original, una consonante árabe (que en la escritura original está entre las dos vocales) cuyo sonido no existe en español.
Elaboramos, entonces, una lista con la forma correcta en español de algunos de los topónimos de dudosa escritura de la zona en conflicto: Kuwait, Arabia Saudí (Riad, Yida, Dahrán, La Meca), Iraq (Basora, Mosul), Irán (Jorramshar, Jurasán, Juzistán), Jordania (Amán), Emiratos Arabes Unidos (Abu Dabi, Achmán, Fuyaira, Um al Qaiuain, Ras al Jaima, Sharja), Bahrein y Qatar.
Y, en cuanto a los gentilicios, aprovechamos la situación para recordar que el plural de iraquí debe hacerse con -es: iraquíes (y no iraquís); que lo relativo a Arabia Saudí y sus habitantes es saudí-saudíes (no saudita); y que los naturales de Israel son israelíes (no israelís ni israelitas).
El último y más reciente ha sido el caso de Kosovo: no sabemos si ese nombre debe escribirse con tilde -Kósovo- o sin ella -Kosovo-, y lo mismo nos pasa con su capital: Prístina o Pristina. Pero lo más curioso es que en español y en otras lenguas hemos llamado "kosovares" a los habitantes de aquella región, y quizás en otras lenguas eso no sea tan raro, pero en español son muy escasos los gentilicios terminados en -ar, y lo más lógico habría sido llamarlos kosoveses o kosovenses… pero, por alguna razón (quizás la culpa la tengan los medios de comunicación) no ha sido así.
Otras veces, también más de las deseables, lo que ocurre es que la falta de cultura hace que se olviden los topónimos tradicionales en español, como pasó hace un tiempo, cuando San Juan de Terranova fue noticia por un conflicto pesquero entre España y Canadá. Nos vimos entonces en la necesidad de recordar que en español existen unos nombres tradicionales que deben ser respetados, es decir, que deben ser utilizados sin que ocupen su lugar los correspondientes topónimos procedentes de otras lenguas.
Un barco pesquero español fue apresado por el Gobierno del Canadá. Una vez apresado, dijeron las noticias, el barco español fue conducido al puerto de Saint John (otras veces escrito Saint John's) en la isla de Terranova. Y resulta que esa ciudad no sólo tiene nombre español, como ocurre con Londres o con Atenas, sino que además fue fundada por españoles: pescadores procedentes del puerto guipuzcoano de Pasajes de San Juan arribaron a aquellas tierras a comienzos del siglo XVI, se instalaron y dieron en llamar a su fundación San Juan de Pasajes.
Escaleras en Argelia, c. 1882
Pierre-Auguste Renoir (1841-1919)
En toda la cartografía rotulada en español y en todos los manuales de geografía españoles e hispanoamericanos esa ciudad se llama San Juan, y la isla se llama Terranova. El topónimo completo es, pues, San Juan de Terranova. Los topónimos ingleses Saint John (para la ciudad) y Newfoundland (para la isla) no deben aparecer en los textos en español. (En cuanto a la forma Saint John's sólo es lógica si va seguida del nombre inglés de la isla: Saint John's Newfoundland.)
Además de los topónimos internacionales, en el español de finales de siglo se planteó otro problema: el de los topónimos de regiones de España en las que la lengua vernácula no es el español, sino el catalán, gallego o vasco. Y ahí, como ocurre con las listas de la ONU antes mencionadas, el problema también se da por una indeseada y desafortunada mezcla de la política con la lingüística.
A raíz de una disposición por la cual los nombres oficiales en español de las provincias de Lérida, Gerona, Orense y La Coruña (e Islas Baleares) debían desaparecer y dejar su sitio a los nombres de esas provincias en catalán y gallego (Lleida, Girona, Illes Balears, Ourense y A Coruña), el Departamento de Español Urgente de la Agencia EFE redactó una nota en la que recordaba las normas sobre topónimos incluidas en el Manual de Español Urgente, y reproducía las explicaciones sobre ese asunto que aparecen en el Diccionario de ortografía de José Martínez De Sousa. Esa nota fue posteriormente publicada en el Vademécum de Español Urgente en el capítulo dedicado a "onomástica, toponimia, gentilicios, transcripciones y traducciones".
Nuestras recomendaciones pueden resumirse brevemente: la Agencia EFE escribe y vende sus noticias en español. Así pues, no deberán utilizarse nunca los topónimos en su lengua original, a no ser que se trate de topónimos menores sin tradición en español. También debemos tener en cuenta que EFE es una agencia internacional que distribuye sus noticias en todos los países de Hispanoamérica, y que los lectores de los periódicos, los oyentes de la radio y los espectadores de la televisión desde Argentina hasta los Estados Unidos no comparten muchas variantes lingüísticas que tenemos en España, y comenzar a cambiar la grafía de nuestros topónimos puede causarles cierta confusión, hasta el punto de hacerles ininteligible el mensaje.
Dejando a un lado la oportunidad o no de la disposición del Parlamento sobre Lérida, Gerona, Islas Baleares, Orense y La Coruña, insistimos en que en las noticias de EFE se sigan utilizando sus nombres en castellano, y no sólo esos cinco, sino también todos los demás topónimos (algunos menores) de Cataluña, Galicia y el país Vasco con tradición en nuestra lengua, y que de pronto han comenzado (sin disposición de por medio) a aparecer en catalán, gallego o vasco en la prensa escrita en castellano. Es el caso, entre otros, de Tarrasa, Figueras, Ampurias, la Puebla del Caramiñal, Fuenterrabía etc., que de pronto han comenzado a aparecer como Terrassa, Figueres, Empuries, A Pobra do Caramiñal, Hondarribia... Si en la prensa escrita o hablada en catalán, gallego o vasco se usan los topónimos tradicionales en esas lenguas para nombrar a las ciudades y regiones del resto del país (Lleó, Terol, Saragossa, Aragó, Xeres... para León, Teruel, Zaragoza, Aragón, Jerez...), no hay ninguna razón lógica para que al escribir en español no podamos seguir utilizando lo que es habitual en esta lengua.
En cuanto a los gentilicios, las dudas que se plantean no son menos que las relativas a los topónimos, y se deben también, la mayor parte de las veces, a problemas producidos por la falta de cultura, por el desconocimiento de los mecanismos propios del español (ya hemos mencionado el caso de "kosovar") o por el olvido. Uno de los ejemplos más curiosos es el del nombre de los habitantes de la República de Azerbaiyán.
A finales del mes de noviembre de 1988 comenzaron a llegar noticias sobre los problemas territoriales y nacionalistas de la República (entonces aún soviética) de Azerbaiyán. En el trabajo cotidiano de revisar el lenguaje que lleva a cabo el Departamento de Español Urgente, nos encontramos con una palabra nueva para llamar a los habitantes de dicha república, es decir, con un gentilicio hasta entonces desconocido y que, por lo tanto, nos llamó mucho la atención. La voz en cuestión era "azerí", y con ella quedaba desplazada la conocida por todos los hispanohablantes: azerbaiyano. Consultados los diccionarios, enciclopedias, y transmitida la duda al Consejo Asesor del Departamento, pudimos ver que esa nueva voz utilizada como gentilicio era el nombre de la lengua hablada en Azerbaiyán y, por extensión, su literatura. Así pues, puede hablarse de lengua y literatura azeríes, que son las propias de los azerbaiyanos.
Como es costumbre en esos casos, redactamos una "nota interior" (sic) en la que explicábamos la confusión y el error de uso, y recomendábamos que a partir de ese momento se utilizasen los gentilicios españoles de ese país: azerbaiyano, azerbaiyanés o azerbaiyaní. Pasó el tiempo y creímos subsanado el error, pero se fueron recrudeciendo los problemas en esa república y volvieron a ser noticia sus habitantes. Al leer los periódicos y escuchar la televisión, pudimos detectar que había un extraño empeño en llamar azeríes a los azerbaiyanos. No logramos explicarnos la razón, debida quizás al "exceso de cultura" de algún corresponsal y al mimetismo tan generalizado en el oficio en cuanto hay una palabra "nueva" y sonora.
Pero los problemas con los gentilicios no provienen siempre de países o ciudades lejanos y exóticos. Uno de los que aparecen con más frecuencia erróneamente usado es el de los Estados Unidos de América, cuyos habitantes no deben ser llamados americanos, sino estadounidenses o norteamericanos.
Como el uso de "americano" con ese significado es un anglicismo, reproducimos a continuación lo que advierte al respecto el Diccionario de Anglicismos de Ricardo J. Alfaro: "Americano, na.- La gran confederación que tuvo por núcleo original las trece colonias británicas del nuevo mundo adoptó al constituirse el nombre de Estados Unidos de América. Este nombre ha engendrado equívocos y dificultades. Estados Unidos es nombre compuesto de un sustantivo y un adjetivo comunes. América es el nombre del continente".
"En América ha habido y aún hoy hay otros Estados Unidos, pero con nombre exclusivo: Estados Unidos Mexicanos, Estados Unidos del Brasil, Estados Unidos de Venezuela. Sin embargo, respecto del país mismo, no hay confusión: primero, porque Estados Unidos ha venido a aplicarse por antonomasia a la república norteña; segundo, porque nadie llama a las otras federaciones sino por su nombre propio: México, Brasil, Venezuela. No sucede lo mismo en cuanto a los nacionales. Para éstos se ha hecho derivar el gentilicio del nombre que no es de su país, y se les llama 'americanos', lo cual produce el consiguiente equívoco".
"Americanos son todos los hijos del nuevo mundo. Gramaticalmente, geográficamente y lógicamente es impropio e inexacto dar ese nombre a los ciudadanos y cosas de los Estados Unidos, y a este error hemos contribuido, quizás en primer término, los americanos que moramos al sur del Río Grande. En los últimos tiempos se advierte una marcada tendencia a eliminar el equívoco, a usar con propiedad el gentilicio americano/na y a no designar privativamente con él los nombres y cosas de los Estados Unidos. Hay tres términos aplicables: norteamericanos, angloamericanos y estadounidenses. 'Norteamericanos' es tal vez el más usado, si bien no es el más preciso; la América del Norte comprende, además de Estados Unidos, Canadá y México. Pero lo cierto es que nadie llama 'norteamericanos' ni a los mexicanos ni a los canadienses."
GÓMEZ FONT, Alberto. "Topónimos y gentilicios: tradición, traducción y transcripción", artículo redactado para la Agencia EFE y publicado en el Boletín terminológico del Parlamento Europeo n.º 49, diciembre de 2002.
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