"Essais" de Montaigne: ¿una traducción aún por hacer?

Retrato de Michel de Montaigne.
Daniel Dumonstier (1574- 1646)

A diferencia de otros genios que han impulsado el desarrollo de la ciencia y de la filosofía, imprimiéndoles rumbos nuevos, pero que hoy sólo suelen interesar a los historiadores o a los especialistas, Montaigne, en apariencia más modesto por haber consagrado su atención, minuciosa, objetiva, inteligentemente crítica, al estudio del hombre, está hoy más vivo que nunca. No vamos a descubrir, en estas líneas forzosamente breves, nada nuevo tratando de explicar la gran trascendencia que, en la historia del pensamiento y de la cultura, representa la obra de Montaigne, creador de un número literario que no ha dejado de atraer cada vez más a los escritores y lectores amantes de la meditación abierta y enriquecedora. Recordemos tan sólo que, hostil a toda sistematización y contrariamente a los que después han adoptado el título de "ensayo" para designar estudios especializados, Montaigne es [...] el primer escritor laico que rompe con la especialización de su época, la del jurista, la del teólogo, la del político, la del moralista, la del historiador. Él pasea su mirada penetrante y reflexiva por cuanto le rodea y especialmente sobre sí mismo, sin orden aparente ni preconcebida finalidad. Sabe que el detalle más insignificante puede hacer surgir resonancias inesperadas. Todo le interesa, lo trivial y lo grandioso; lo tosco y lo delicado; el hecho más nimio puede desembocar en densas y profundas digresiones, las anécdotas más anodinas suelen descubrir repliegues insospechados de la conciencia humana. Cualquier movimiento nos descubre. Montaigne pertenece a ese grupo de pensadores cuyo instinto, cualquiera que sea el asunto tratado, les lleva indefectiblemente a dar en los problemas esenciales, la creencia, la moral, la política, la educación.

[...] Como ya es bien sabido, la primera traducción española de los Ensayos fue emprendida en 1634 por Diego de Cisneros. A pesar de sus modificaciones en un sentido más ortodoxo, a pesar de la protección y estímulo del inquisidor don Pedro Pacheco, a pesar del interés de muchas personalidades que le apremiaban para que no demorase la publicación, fracasó en su empresa. Esta traducción, hoy lo sabemos con certeza, no se imprimió jamás. Ya hace algunos años sospechamos que precisamente el Discurso que, a modo de prólogo, escribió Cisneros fue, si no la única causa, al menos motivo importante para la no publicación de esta versión. Cisneros terminó su traslación del Primer Libro de los Ensayos el 12 de septiembre de 1636 y es de suponer que inmediatamente la sometería a aprobación; en efecto, en el manuscrito constan dos aprobaciones y las correspondientes licencias inquisitoriales para la impresión otorgadas por el Vicario L. Lorenzo Iturriaga y el Licenciado Pedro Blasco que llevan fecha del 1.º de septiembre de 1637 y el 9 del mismo mes y año, respectivamente. Mientras llegaba esta aprobación, Cisneros inició la redacción de su Discurso el 16 de agosto de 37 y lo terminó el 28 del mismo mes, es decir, unos días antes de obtener los referidos permisos. Pero su Discurso ya no posee aprobación alguna. Está claro que el texto de los Ensayos, con las modificaciones introducidas por Cisneros, no despertó ningún recelo, por lo que nos pareció más que probable que fuera el propio Cisneros con su Discurso y sus explicaciones quien, ingenuamente y a pesar suyo, descubrió a los censores la "peligrosidad" de la obra. Y hemos comprobado que los Ensayos fueron incluidos en en Índice de la Inquisición española, publicado en 1640, el primero que salió a la luz tras haber concluido Cisneros su traducción. Y así fue cómo esta versión --que de haberse publicado en su momento habría colocado a España entre las primeras naciones que tradujeron a Montaigne, en tercer lugar exactamente, después de la de Londres en 1603 y la de Venecia en 1633-- quedó perdida y desconocida hasta casi nuestros días...

Luego se hizo el silencio durante más de tres siglos, hasta 1899, año en que aparece impresa en París la versión de los Ensayos en lengua española, llevada a cabo por el erudito Constantino Román Salamero. Mas ocurre que esta traducción se basa, como es natural, en una edición francesa anterior a esa fecha, es decir, cuando todavía los especialistas no habían prestado demasiada atención a las infidelidades de las ediciones de los siglos XVII, XVIII e incluso XIX. [...] Como dice Pierre Bonnet, distinguido montaignista especializado en el estudio de las ediciones de los Ensayos, el problema que plantea el lograr conocer el auténtico y definitivo original de Montaigne no atrajo la atención de los eruditos hasta principios de nuestro siglo. Y aún ahora persiste otra dificultad que puede considerarse insoluble. Y es que el ejemplar de Burdeos depositario último del pensamiento de Montaigne fue encuadernado por los monjes bernardos en cuyo poder estuvo hasta la Revolución; y el encuadernador, al hacer su trabajo, cortó parte de las hojas, perdiéndose así palabras e incluso fragmentos de frases, para siempre. Esto explica que, contrariamente a lo ocurrido con las obras de Rabelais, Ronsard, Du Bellay y otros prosistas y poetas del siglo XVI, no exista en Francia una edición crítica de los Ensayos.
[... ] Lo que queremos, sobre todo, advertir es que, inexplicablemente, las pocas traducciones españolas más recientes siguen reproduciendo, más o menos retocada, la versión de Constantino Román Salamero, obra muy meritoria en su tiempo pero que lógicamente se basa, como hemos dicho, en las ediciones francesas procedentes de las de 1595 y 1598. Todas ellas siguen haciendo figurar el capítulo XIV en lugar del XL, por ejemplo, admitiendo redacciones erróneas, y lo que es más grave, carecen de las interesantísimas variantes y adiciones introducidas por Montaigne en el Ejemplar de Burdeos.
Página del famoso Ejemplar de Burdeos, copia de la segunda edición de los Essais con las correcciones, anotaciones y adiciones de Montaigne para la tercera (y última) edición. Pertenece al Ensayo número 27 del primer libro, titulado "De l'amitié". Fuente: Universidad de Chicago.

LÓPEZ FANEGO, Otilia. "Actualidad de Montaigne. Los Essais, una traducción por hacer" [artículo integro anotado]. Fuente: Cervantes Virtual.


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Afortunadamente, de un tiempo a esta parte parecen haberse vuelto las tornas. El 13 de noviembre de 2007, decía una reseña de Sergi Doria publicada para ABC: 

Montaigne definitivo y original en español
No vamos a descubrir lo que los Essais de Michel de Montaigne (1533-1592) representan en una cultura occidental ayuna de discurso moral. El editor Jaume Vallcorba --de Acantilado-- sigue recolectando las piedras dispersas del Humanismo, en tiempos de relativismo e indigestión multiculturalista. Y le pone portada con legajos latinos a la versión más original de los Ensayos de Montaigne, la edición de Marie de Gournay de 1595, con prólogo de Antoine Compagnon y traducción de Jordi Bayod Brau. Es la primera vez en España que se adopta el texto de 1595 sustituyendo la edición de Burdeos de 1580 -hasta ahora considerada canónica- y aprovechando de ésta anotaciones inéditas. 
Los Ensayos, advierte Compagnon, "se han renovado mucho desde hace veinte años, de manera bastante imprevista y sorprendente. Cuando yo era estudiante, todos leíamos a Montaigne en el Ejemplar de Burdeos y no podíamos imaginar otra cosa. Por lo demás, en las librerías no había otro texto disponible. Pues bien, desde hace una década, la balanza se inclina a favor de otro texto, el de la edición póstuma de 1595 procurada por Marie de Gournay, que hoy parece ser aceptado casi unánimemente por editores y traductores. Es curioso observar tales vuelcos del consenso crítico".

¿Será ésta la versión definitiva?