La opinión de que fue la carencia de producción nacional lo que propició que se tradujesen tantas novelas extranjeras durante la segunda mitad del siglo XVIII se ha mantenido hasta hace pocos años. Sin embargo, estudios posteriores han demostrado la falsedad de dichas afirmaciones, aseverando que lo que realmente sucedía es que no había suficientes estudios rigurosos al respecto. [...] La avalancha de libros foráneos de todo tipo que se produjo en España y en Europa en esta centuria obedecía al fenómeno singular del avance de los medios de comunicación, que conocerían su auténtica materialización en el siglo siguiente. No olvidemos que el periódico fue un invento del siglo XVIII y que, como dijo Larra, en las diligencias, junto con los paquetes, viajan también las ideas. Ésta es la razón fundamental por la que a partir de entonces se tradujesen tantos libros, independientemente de la crisis de producción propia. La novela, género más accesible a las grandes masas, no fue ajena a este fenómeno. De las aportaciones extranjeras, la del país galo fue la que más se conoció en la península; la novela inglesa aportó una serie de títulos escasos en número, aunque de la mejor calidad europea del momento.
Pero la primera gran cuestión que se nos plantea es que casi siempre se traduce a partir de un texto intermedio, francés mayoritariamente. Por otro lado, los textos españoles tenían que superar los dictámenes de las censuras civil y eclesiástica; de ahí que también se aprecien diferencias, a veces notables, entre las versiones francesas y las españolas.
Retrato de l duque de Parma, futuro Carlos VII de Nápoles y III de España, a caballo con otros militares en un campamento, siglo XVIII.
Giovanni Luigi Rocco (1701-1750).
Los traductores del siglo XVIII sabían que el significado de un texto no se obtiene simplemente de la suma de significados de sus oraciones individuales y que los actos de lectura e interpretación son inseparables. Para comprender un texto, por tanto, no hay otra posibilidad que interpretarlo, y en la compleja tarea interpretativa influyen multitud de factores que inciden directamente en la transformación textual. Quizá el factor determinante sea la distancia cronològica, social o cultural que separa el momento de creación de la obra original del de su recreación por el traductor. En el acto de interpretación el lector-traductor intenta plasmar una de las diversas formas de ver el mundo del texto original y trasvasarlo a la realidad, distante a veces, del entorno del receptor. Para que este trasvase sea fidedigno, el traductor del siglo XVIII se siente tutor y guía moral de sus lectores y, obligado por las circunstancias sociales y culturales, interfiere en la propia òptica del lector. La función de mediador del traductor fue, entonces, muy importante a la hora de limitar el propio criterio del lector. [...] Los contextos de nacionalidad y censura fueron determinantes en la óptica de trasvase cultural de muchas obras del siglo XVII.
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